lunes, 10 de marzo de 2014


             http://www.elciudadano.cl/2009/12/12/14928/propiedades-de-sebastian-pinera/

El Diablo Conciente. Traduciendo un presidente.


Vistió un país en ruinas con ropas de carnaval, banalidad y desenfreno. Convenció a los menos inteligentes de que habían logrado juntos el éxito. El chileno medio se sentía también ganador, sin saber de qué, pero las cifras eran elocuentes. No importa si los sueldos son indignos, todos tienen trabajo; supo aprovechar el cortoplacismo y arrogancia de los ciudadanos, apeló al orgullo del chileno, les dio fiesta chicha y chancho, como dijo un UDI por ahí; puso la cara en los momentos felices, guardó silencio en los difíciles, a nadie le gusta hablar de tragedias, diría; era gracioso, decía estupideces, le dijeron huevón, lo trataron de deficiente. Pero detrás de todas las máscaras y superficialidades estaba ese brillante ex alumno cristiano y capitalista que sin ética llevaba su tercer ojo más allá de lo evidente -como decía He-Man-. 

Yo creo que Piñera en política se mueve en un nivel preconciente, digamos, de forma muy intuitiva, sin pensar mucho en el hacer política o relacionarse con los demás, sea pueblo, partidos de su conglomerado o del otro, de ahí sus severos y continuos lapsus y caídas, sus chascarros, la galáctea, el marepoto, Víctor Parra y tanto más. En un principio creí que era el típico caso de impulsividad en el cual se dicen y hacen cosas de manera natural pero a una velocidad muy superior a las que el cerebro logra procesar o pensar, y por ello sus fallos. Pero a medida que se conocen sus decisiones como el decreto para cancelar el registro de correo electrónicos, su influencia como autoridad sobre empleados del área económica y de fiscalización, el caso Cascadas que debiese conocerse a fondo, me percato que el cerebro de Piñera funciona al mismo tiempo en un segundo nivel de conciencia, ésta vez con una lucidez superior a cualquiera. Mientras muestra lo mejor y lo peor de si mismo en un nivel preconciente, su conciente está al total servicio de la maximización de sus ganancias. Es un nivel que trabaja con conceptos mínimos para ahorrar energía psíquica pero fundamentealmente con números. Así por ejemplo, puede que se encuentra cortando la cinta de una empresa de ollas de aluminio. El público escucha las sandeces y frivolidades que por cierto no ha preparado, sino que surgen en el momento. Al mismo tiempo sin embargo él piensa en otro nivel, está observando el entorno, analiza procesos productivos, evalúa si es viable una inyección de capital adicional, cuan amistoso es el propietario y sus socios, cuales son sus redes, de dónde extrae el aluminio, quien se lo vende y a qué precio. Se acuerda que él no tiene nada, pero es accionista de una minera que produce aluminio; piensa en llamar al presidente de la compañía para decirle que tiene un nuevo comprador; conversará después con el empresario de las ollas, le hará una oferta de materia prima a través de un amigo, será tal vez más cara pero es un aluminio de mejor calidad con lo que agregará valor a sus ollas, etc, etc, etc. Y así con todo. Se sube al auto, toma el teléfono, habla con el administrador de sus fideicomisos, informa que está contento no porque en una fábrica hay más y nuevos empleos, sino porque está mirando una oportunidad de negocio, da las órdenes respectivas. 

Lo mismo durante cada día en cuatro años como presidente. Cuatro años de información privilegiada, de concesiones y condonaciones. Cuatro años en que un país entero creyó que podría llegar a tener el mismo éxito que su líder, porque así se los contó. Cuatro años de fructíferas inversiones que lo han llevado a ser la persona más rica de Chile según Forbes, y digo persona porque las fortunas de los Luksic, los Paulmann, los Solari Falabella y los Matte son todas familiares; la de él no, es personal, hecha por sí mismo, sin necesidad de compartir directorios, accionistas, sin crear empleo, sin producir nada; al menos Forbes lo dice así "inversiones". Siempre resuena para mi su potente consigna de campaña: "yo soy un chileno como todos, de clase media; mi padre fue toda su vida empleado público". Después de todo parece ser cierta la frase que el mejor truco del diablo ha sido siempre hacer creer que no existe.

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