LA POLÍTICA ITALIANA, UNA COSA “DIVERTENTE”.
Italia, con o sin crisis, es el
país de la belleza, del arte superlativo, de los paisajes de ensueño, del campo
generoso y productivo, de los sabores inolvidables, de tantas y tantas cosas
buenas, que para resumirlo necesitaríamos varios años y páginas de
descripciones.
Pero hay algo de la Italia que
desde milenios mueve a su gente de una forma particular, la política. En Italia
la política es una actividad profesional, posee un senado que desde la Roma de
hace 2000 años atrás no ha cambiado sustantivamente. Éste se conforma por
personas nombradas directamente por los líderes de los partidos y coaliciones
de estos, y su elección se basa en favores del pasado, la popularidad en los
medios, la afinidad política o de parentesco, los méritos deportivos, académicos,
financieros, etc. Estos últimos, especialmente, también pasan a decorar de por
vida las filas del parlamento vía nombramiento directo por el Presidente de la
República, con facultades para ello. Así fue como ocurrió con Mario Monti a fines del 2011, un
académico vinculado a sectores financieros de Italia como de la Eurozona, que
tras la forzosa renuncia de Berlusconi producto de la crisis económica europea,
fue primero nombrado senador vitalicio
y, consecuentemente, por acuerdo del parlamento, primer ministro, conduciendo
al país desde fines del 2011 hasta inicios del 2013.
Pero lo relevante de la política
italiana es que si bien es seria, en tanto las decisiones de las cúpulas
afectan a casi 60 millones de personas, también resulta amena y peculiar, e
incluso para algunos pareciera ser un verdadero pasatiempo. Esto ha quedado
demostrado a partir de la tradicional inscripción de logotipos de partidos (año
2013) ante el organismo correspondiente –una suerte de servicio electoral- y
donde los votantes, al momento de la elección, deben reconocer aquel de su
propio conglomerado o el de su preferencia. Pues, en dichos logotipos es
posible encontrar literalmente de todo: asociaciones tradicionales como el
Partido Democrático (PD), la Democracia Cristiana y la tradicional derecha
encarnada en el mayoritario Popolo della Libertà (PDL); pero también otros
partidos que con más o menos alegoría, creatividad, rabia e indiferencia,
proponen a su turno una nueva visión para el país; reclaman por los impuestos;
se clonan mutuamente para restarse votos; declaran autonomía en territorios;
contienen creencias religiosas o las niegan; o, simplemente buscan darse a
conocer o servir de panfleto. Algunos ejemplos de esta auténtica forma de
expresión son:
Partidos independentistas:
Movimientos de descontento
social:
Partidos con ideas religiosas o
ateo:
La vedette de las elecciones 2013, el partido emergente “Movimiento 5
Stelle” del comediante Beppe Grillo y sus plagios o alcances de nombres no
casuales al movimiento y su líder.
Otros
movimiento variopinto como los contradictorios “Yo no voto” y “Amnistía,
Justicia y Libertad”; el poético, el feminista, el de homosexuales, la nueva Cicciolina, panfleteros,, de extranjeros en Italia, pro internet, el “Partido Pirata” y,
el infaltable “bunga-bunga” que le gustaba practicar al Cavaliere.
A modo de corolario, dos precisiones: primero, ya no se necesita ser patricio para entrar en la política
italiana; segundo, aunque la mayoría de los ciudadanos italianos aborrece la
política y a los políticos, al menos queda claro que en ella también
expresan su creatividad, depositan sus sueños, descargan su rabia y, por qué
no, hasta se divierten.
Interesante aporte a la política Italiana, pero parece que en otras latitudes vamos hacia lo mismo, la política trasformada en un panfleto pero con muy pocas ideas de fondo.
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