EL MOSTRADOR 16 de enero de 2013
En medio de las llamas: violencia e historias en
territorios mapuches
LUIS CARCAMO HUECHANTE Ph.D., Universidad de Cornell; miembro de la Comunidad de Historia
Mapuche; profesor asociado titular en la Universidad Texas en Austin, EE.UU.
La historia de cuerpos humanos pulverizados por el
fuego en el sur del país no comenzó el 4 de enero. Basta citar un testimonio de
principios del siglo XX, en el cual el lonko Pascual Coña, en
su “Testimonio de un cacique mapuche”, cuenta lo siguiente: “También oí decir
que en Nehuentue, al otro lado del río Cautín, había un chileno de nombre
Patricio Rojas. Ese monstruo tomó presos a los mapuches, los encerró en una
ruca y la atrancó. Luego prendió fuego a la ruca y exterminó a los indígenas en
las llamas.
Basta esta imagen para develar la violenta historia
del arribo de colonos criollos, alemanes y de otras raíces europeas en tierras
Mapuche, bajo el amparo del Estado chileno y su ejército entre 1862 y 1885.
Basta esta imagen para captar que la repudiable muerte del matrimonio
Luchsinger-MacKay constituye un eslabón en una violencia que históricamente ha
marcado la región. Basta esta imagen para darnos cuenta que el “terrorismo” lo
comenzó el Estado chileno en la segunda mitad del siglo XIX, cuando invadió
militarmente territorios Mapuche, amparando militar y paramilitarmente el
arribo de colonos extranjeros y criollos a establecer fundos desde el Bío-Bío
hasta Osorno. Esta es la oscura historia que nos desgarra a mapuches y a
chilenos, no producto de animosidades “intrínsecas” entre pueblos —lo que sería
burdamente racializar el asunto— sino de las políticas de las elites en sus
afanes de “lucrar” en el gran negocio de expandir el estado-nación.
El pasado 4 de enero aparecieron en los medios los
representantes gubernamentales con una actitud que, una vez más, evocaba a los
oligarcas del siglo XIX, anunciando su política de “ataque frontal”. Asimismo,
sus más altos personeros prontamente visitarían el sector de Vilcun. Me
pregunto, ¿se hizo el mismo gesto a nivel estatal cuando fue asesinado el joven
mapuche Alex Lemun y muerto Zenón Díaz Necul bajo el gobierno del ex Presidente
Lagos? ¿Hizo lo mismo el gobierno de la ex Presidenta Bachelet cuando fue
asesinado el joven Matías Catrileo en el mismo sector de Vilcún, por una bala
del arma del cabo Walter Ramírez, quien resguardaba la propiedad de Jorge
Luchsinger, miembro de la familia hoy en el epicentro de los hechos?
¿Han hecho lo mismo los gobiernos de la
Concertación y la actual administración del Presidente Piñera y la Alianza
cuando se ha sabido de la inhumana represión sobre mujeres, niños y niñas,
ancianas y ancianos y familias mapuches en zonas de “conflicto” donde muchos y
muchas personas mapuches han terminado en hospitales, indiscriminadamente en
manos policiales o sometidos a largos encarcelamientos? ¿Por qué personeros del
Gobierno hoy hablan de “víctimas de la violencia” para referirse exclusivamente
a los “agricultores” de la zona, ignorando la suma de violencias perpetradas
contra el pueblo mapuche desde el Estado chileno?
La política de “ataque frontal” anunciada el 4 de
enero por el Gobierno actual en Chile ha puesto el énfasis en una respuesta
efectista para complacer al sector para el cual este gobierno parece
exclusivamente “actuar”: los dueños de fundos y el empresariado chileno y
transnacional de la industria forestal. Allí, al seno de los círculos locales
ligados a estos sectores, de seguro que ya se sienten validados para incentivar
grupos paramilitares y amenazar con acciones revanchistas al margen de la tan
mentada “ley” del propio Estado. Cabe preguntarse, ¿cuál es la responsabilidad
de un gobierno en estas circunstancias?
Es repudiable lo ocurrido al matrimonio
Luchsinger-MacKay. Es urgente determinar las causales de sus decesos, pero
asimismo es hora que se haga justicia con nuestros muertos mapuches, como
asimismo con otras tantas muertes que, en un contexto de hostilidades
chileno-mapuche, han quedado en una nebulosa desde el 2001 a la fecha. No me
corresponde indicar soluciones aquí porque repetiría el error que se ha venido
cometiendo en torno a la problemática, cual es lanzar soluciones “desde
arriba”. La implementación de efectivos mecanismos de consulta y diálogo es
ineludible, siguiendo lo que, en estas materias, importantes referentes de la
juridicidad internacional establecen, como el Convenio 169 ya suscrito por el
propio Estado chileno. En otras palabras, antes de decidir desde las altas
esferas el qué hacer, importará mucho el cómo se establecen las condiciones
para un debate en varios niveles, con las diferentes comunidades, en forma
multilateral y abierta. El gran error de las administraciones de la Concertación
y del actual gobierno ha sido el autoritarismo estatal, al imponer marcos
institucionales demarcados a conveniencia, decidiendo verticalmente con quiénes
hablar y con quiénes no, erigiendo “representantes mapuches” funcionales a sus
predefinidas agendas, repitiendo así una larga tradición de clientelismos y
relaciones coloniales en la cultura política chilena. De seguro que, con nuevos
métodos pluralistas de debate, con respeto a las tradiciones nuestras deltrawün,
todo tomará más tiempo, a lo mejor más de un gobierno, dadas las dimensiones
históricas de la realidad en juego. Pienso que este sería definitivamete un
camino más efectivo y duradero.
En los acontecimientos recientes nos hemos visto
enfrentados no solamente a un aislado hecho de violencia sino que a una serie
mayor, a una tragedia aún más grande: la realidad de una violencia histórica y
un pueblo mapuche siempre postergado, ante gobiernos chilenos que eluden una y
otra vez la desgarrada historia que subyace tras estos hechos y que requiere
enfoques de mediano y largo plazo. En estos días, se ha optado, sin embargo,
por el lenguaje precipitado y encendido —como se dramatiza en los ministros
Chadwick (Interior) y Mayol (Agricultura)—, optándose por la lógica policial
del “ataque frontal”: un deseo de guerra y sangre del que largamente han
profitado las elites de este país. Las “’llamas” de una violencia histórica no
se apagan con más fuego.
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