domingo, 20 de julio de 2014

SER ELEGIDO NO ES ELEGIR SER


                     





Si alguien me preguntara, cosa que dudo, diría que me asiste el profundo convencimiento que el pueblo hebreo es una agrupación de hombres y mujeres excepcionales. Son una sociedad altamente cohesionada y solidaria; en su mayoría practican sus creencias religiosas y ésta es también un argumento poderoso para los intercambios entre sus miembros. No existe otra etnia que haya generado tantos y tan contundentes avances en toda la historia de la humanidad; baste para ello ver que en el último siglo y medio los más destacados científicos, intelectuales y artistas han sido parte de aquel grupo de personas que identificamos, con algo de simpleza, como judíos. El premio Nobel como unidad de medida nos muestra que no hay otra comunidad así de homogénea que haya tenido tantos reconocimientos y éxito en estas empresas.

Sin embargo, algo no cuadra con el pueblo judío. Los judíos se saben superiores a cualquier otro grupo humano, era que no, si hasta nosotros los menos dotados nos damos cuenta de ello. Pero las gentes ordinarias también reparan en un hecho que resulta difícil de creer que ellos, los privilegiados, no puedan advertir. Es un hecho del sentido común… O es que tal vez ellos han desarrollado otros sentidos diferentes a los ordinarios pero a cambio han debido sacrificar el sentido común. Puede ser una hipótesis, porque de otra manera es imposible hacer calzar la conducta del pueblo de Israel hacia el pueblo Palestino.

Es universalmente sabido que el pueblo judío, durante la Segunda Guerra Mundial  fue objeto de una persecución tan violenta como irracional, a partir de la cual vivieron su último éxodo. Último, porque toda su historia ha estado marcada por la intolerancia hacia ellos, desde el antiguo Egipto que los obligó a marchar hacia la Tierra Prometida guiados por Moisés, hasta la España Visigoda que los forzó a seguir buscando su lugar en el mundo. Tres éxodos que sellaron su destino como seres indeseables, dignos solamente de las más viles estrategias de exterminio. Un exterminio del que tenemos no solo memoria sino que registro visual de su barbarie.  

Exterminar significa acabar con algo, hacerlo desaparecer,  y sabemos que la única manera de acabar con algo es matándolo. El pueblo judío fue objeto de exterminio, diríamos que no una, ni dos, sino que repetidamente a lo largo de su historia. ¿Y como se extermina un pueblo? Asesinándolos a todos, sin retórica y a secas; hombres con capacidad de oponer resistencia, mujeres capaces de reproducirse y perpetuar el linaje, ancianos guardianes de la memoria histórica, pero sobre todo niños, niños que mañana serán nuevos enemigos. Y así precisamente ocurrió el Holocausto, exterminando a todos sin concesiones, extinguiendo el último aliento y apagando el último corazón palpitante. Esa es la historia. Solo que como resultado de toda esta persecución, matanza, éxodo, me pregunto ¿el pueblo hebreo logró aprender algo? Algunos intelectuales de la Escuela de Frankfurt debatieron profundamente sobre ello y dieron opiniones pesimistas.

Es un hecho casi natural en las personas que después de profundas experiencias de violencia, malos tratos en la familia, alcoholismo parental, abusos de todo tipo, las víctimas decidan modificar los patrones aprendidos en orden a no repetir las mismas pautas de conducta y no general círculos viciosos. A veces es tanto el nivel de daño y de sufrimiento que para exorcizar los demonios que arrastran se convierten en auténticos seres de luz. Cierto, no ocurre en todos los casos, pero al menos podemos estar seguros que sí en una gran mayoría de personas medianamente inteligentes, sensibles y con sentido común.

Y es que aquí volvemos a preguntarnos: ¿el pueblo hebreo tiene la inteligencia y la sensibilidad para hacer funcionar su sentido común? Hemos visto que son inteligentes por sobre la media de la población, ¿una raza superior?; quizás, por qué no, si es imposible que seamos todos iguales. ¿Pero qué hay en ellos que les resulta tan difícil advertir que de víctimas se han transformado en victimarios, y que de paso están exterminando un pueblo tal y como con ellos lo intentaron una y otra vez? ¿Qué hace falta en la mente y el alma del pueblo judío para que detengan el exterminio de palestinos? ¿Por qué su inteligencia superior en estos casos no se pone al servicio, al menos, para evitar muertes de niños? ¿Por qué deben morir los niños? La respuesta que me surge es solo una: exterminio. Ellos lo saben, lo han vivido y lo tienen grabado en su ADN; y si no, por favor, que alguien me contradiga.

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