sábado, 5 de enero de 2013





Carta  abierta a Jorge Luchsinger


…ellos no trabajan. No se va a resolver el problema, no van a dejar de ser miserables. ¿Usted ha visto cómo están los campos que les ha comprado el Estado a través de la Conadi a los mapuches? ¡No queda nada, ni un árbol parado, no producen nada!...  El indio no ha trabajado nunca. El mapuche es un depredador, vive de lo que aporta la naturaleza, no tiene capacidad intelectual, no tiene voluntad, no tiene medios económicos, no tiene insumos. No tiene nada.” Jorge Luchsinger a revista Qué Pasa, extractado por The Clinic On Line, 05 de enero de 2013.


Sólo conozco al pueblo mapuche tangencialmente tras haber vivido por ocho infantiles años en la ciudad de Angol y crecer jugando y explorando los faldeos y cumbres de la Cordillera de Nahuelbuta, mismo cordón montañoso que vio caer al mismísimo Gobernador de Chile y conquistador Pedro de Valdivia hacia el año 1553, y también otrora bastión de resistentes a la dictadura del general Pinochet. Nunca he sido un apologista de la lucha armada como forma de resolución de conflictos, es más, creo que ella se enquista en ideas sobrevaloradas que frisan el delirio en estricto sentido psicopatológico; sin embargo creo en el derecho a defensa propia de todo quien se sienta vulnerado en sus derechos elementales, de cualquier color, cultura o pensamiento político.

Me causa tristeza en este momento de tragedia, volver a leer el pensamiento profundo de un representante del mundo empresarial y agrícola de este país que acusaba a los mapuches en una entrevista casi olvidada de ser flojos, improductivos, con poca capacidad intelectual, sin insumos, etc. Pese a mis limitados conocimientos y contacto con el pueblo mapuche, creo entender que estos mantienen una relación profunda con la tierra, independientemente si en ella crecen flores ornamentales, se obtiene grano o se plantan árboles frutales. La “producción” basada en fines gananciales de tipo económico no es un asunto que sea parte del quehacer ni de las preocupaciones del pueblo mapuche. “Mapuche” o en la clásica traducción al castellano significa “gente de la tierra”, por lo que cualquier persona con ese sólo conocimiento puede colegir que la esencia de este pueblo, su cosmovisión, su simbología, su religiosidad y toda su existencia se funda en la inextricable relación con la tierra.

Las palabras de Luchsinger nacen de la rabia y la impotencia como víctima de sucesivos atentados, y obnubilan tanto su corazón como su razón. Pero aún desde el dolor, permea en él ese viejo resabio de patrón que cree estar por sobre todo lo que se oponga a su ideal de sociedad. Es un convencido que la tierra y los recursos, y aún quizás las personas, deben ser explotadas y aprovechadas en un sentido estrictamente comercial. Pero debiese entender de una vez y para evitar sentirse frustrado, que el pueblo mapuche no posee, respecto de la tierra, los mismos valores comerciales que él o que las personas o consorcios inmersos en la vorágine capitalista; que para ellos así como para la mayoría de las comunidades indígenas que aún subsisten en sus territorios originarios, la tierra es una fuente sagrada de vida, un lugar de comunión, de relaciones sociales y de justicia consuetudinaria, el lugar en el que se intercambian bienes de forma no lucrativa; un lugar donde no se compite por los recursos, donde nadie explota a sus semejantes, donde nadie es castigado por pensar diferente, donde no existen amos ni esclavos, patrones ni peones, comerciantes y clientes.

La respuesta a su declamación tiene forma de pregunta: ¿Por qué debiésemos pensar nosotros, los huincas, los empresarios, los políticos, los consumidores, los ciudadanos de a pie, que tenemos la fórmula justa y verdadera de relacionarnos con la tierra, y que por tanto los mapuches están en un error? Acaso no fuimos nosotros quienes llegamos para arrebatársela. Eso no es retórica. Una de las pocas certezas que tenemos, gracias a nuestra cultura y educación, es que llegamos a un territorio ocupado miles de años antes por  diferentes comunidades indígenas: incas, changos, aymaras, likan antai, diaguitas, coyas, moches, rapa nui, mapuches, huilliches, chonos, tehuelches, kaweshkar, selk’nam, yámanas. Debiésemos sentir que compartimos un territorio, no que somos propietarios, porque los pueblos ancestrales no poseían la tierra, vivían la tierra, y la tierra tenías a su gente, a la gente de la tierra, a los mapuche. Debiésemos, tal vez, pedir perdón.


Nota: Inserto en la comunidad internacional, Chile, a través de su Congreso Nacional, ratificó con fecha 15 de septiembre de 2008 y de manera íntegra el Convenio N°169 de la OIT (http://www.oitchile.cl/pdf/Convenio%20169.pdf), mediante el cual se reconocen los derechos e instituciones sociales, culturales, económicas y políticas de aquellos pueblos y sus descendientes que habitaban el país o una región geográfica determinada, antes del proceso de conquista o colonización o, del establecimiento de sus actuales fronteras, cualquiera sea su situación jurídica (art. 1°, N° 1, letra b).

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